Verano de 1995 y Johan Cruyff lo volvía a hacer. Tras la debacle de la final de Atenas y una mala temporada 1994/95, esta se salva con la clasificación para la Copa de la UEFA en la última jornada de Liga. El holandés ilusionaba al culé de nuevo. Los nuevos fichajes, junto a la hornada de jóvenes de la cantera conocidos como «La Quinta del Mini», encabezada por Iván De la Peña, hacían soñar con grandes tardes en el Camp Nou.
Una buena pretemporada, así como un inicio esperanzador en Liga, con buen juego, buenos resultados y una notable participación de los canteranos subían la moral de los seguidores.
Pero nadie contaba con los contratiempos del fútbol y del entorno culé. Las lesiones mermaban jornada tras jornada al equipo, imposibilitando al técnico formar un once de garantías. A la vez, el entorno no ayudaba. La continua guerra interna entre Núñez y Cruyff estaba al rojo vivo. Núñez no le perdonaba la gestión con los fichajes de la temporada anterior y la maquinaria en contra del técnico se ponía en marcha. Cruyff no se quedaba atrás y culpaba al club de los contratiempos continuos en forma de lesi