Existen varios modos de viajar a Perú: de manera organizada, por libre o alternando ambas opciones. La primera de ellas suele resultar más económica al contratar alguno de los paquetes turísticos que se ofertan desde España (que en realidad son pocos y algo acelerados), pero la segunda tiene el encanto de la aventura, la libertad de movimiento y la certeza de llegar hasta donde uno desee. Perú se presenta como un país del viajero por libre, que con su mochila y sus botas recorre todo aquello que le ofrece una geografía cargada de misterios, cultura, arqueología y naturaleza.
El ajetreo bullicioso que palpita en las calles del centro así como la tranquilidad y romanticismo de los residenciales barrios de Barranco y Miraflores irán convenciendo al viajero a cada paso. La capital de Perú es una urbe de contrastes que saldrá al encuentro de todo aquel que se mueva por sus venas y arterias haciéndole cambiar de barrio como de mundo.
El centro histórico, vilipendiado tantas veces por quienes no descubrieron lo más sincero de una ciudad, tiene mucho que ofrecer. Desde 1996, y gracias a un enorme esfuerzo de rehabilitación y recuperación del entorno y las joyas coloniales el centro de Lima, capitaneado por el alcalde Alberto Andrade, va dejando atrás el estereotipo de barrio marginal cargado de delincuencia para resurgir como lo que es: un populoso distrito atiborrado de comercios y el escenario donde se suceden las escenas costumbristas más sugerentes: vendedores, limpiabotas, cambistas callejeros, buscavidas, turistas... y una constante vigilancia policial.